Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres

Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres
Luddismo Sexual

domingo, 21 de agosto de 2011

Ética del deseo libertario: Otium


Otium


Toda posición de deseo contra la opresión por muy local y minúscula que sea termina por cuestionar el conjunto del sistema capitalista y contribuye a abrir una fuga.

Félix Guattari


De acuerdo a los diccionarios de latín OLD (Oxford Latin Dictionary) y Liddle & Scott, la palabra deseo es sinónimo de cupiditas, voluntas, studium, y aviditas. Por su parte, cupiditas se refiere al campo semántico del deseo ardiente, pasión, ansia, afán. Por ejemplo, flagrare cupiditate, significa arder en deseos, mientras que cupiditas studiorum, significa deseo o afición al estudio. Asimismo, la noción de deseo deriva en latín de desidium, es decir deseo erótico, derivado a su vez de desidia (indolencia, pereza, libertinaje, voluptuosidad), perteneciente al campo de desidero (posición de estar sentada o inactiva, pereza- de + sidus - desear, anhelar, apetecer, tener necesidad de, reclamar, sentir nostalgia, echar de menos, lamentar la pérdida o ausencia de algo -especialmente objetos-, investigar, estudiar, reclamar justicia-).

Desiderium, entonces, es el deseo, añoranza o nostalgia de un bien perdido o ausente que se echa de menos, sentimiento, pena por la privación de algo (“Long, ardent desire or wish for something once possessed, grief, regret for the absence or loss of something, synonymous with cupido, cupiditas, studium, appetitio”). De hecho, en el poema 2 del poeta latino del siglo I A.C., Catulo, se consigna “desiderio meo nitenti” que puede ser entendido como “a mi radiante amada/amor/objeto de mi deseo”).

Sin embargo, la evolución etimológica de la palabra es dudosa: puede que sea de considero (cum y sidus); o estar relacionada con la holgazanería, con la pereza, con la inactividad: sidere, sidi/sedi, sessum (Cf. sedeo) que significa estar sentado, posado, fijado, encallado, varado. Pero también se relaciona con sidus: estrella, constelación, astro, brillo, belleza ornato, región. Es decir, “desear” podría ser algo que se hace desde un asiento, desde la inactividad (otium, Catulle tibi molestum est...), pero también, a partir de algo que se extraña, una guía, una estrella, cual nauta en el mar. (Diccionario etimológico latino español de Santiago Seguroa Munguía y Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas).

Por eso, al hablar de una ética del deseo libertario tributaria de una ética del deseo, se vuelve inteligible la centralidad de una crítica a la institución de la sexualidad moderna (obligatoriamente heteronormativa y heterosexual). Es bajo esta postura crítica que cobra sentido para nosotras el reflexionar acerca de las relaciones entre la ética anarquista y las prácticas S/M como modos de establecer acuerdos entre afines que parta por enunciar y generar contra- deseos. En ese sentido, el cuerpo puede devenir otras cosas dentro del marco lingüístico que lo convoca. Tal como comenta la filosofa feminista Judith Butler en El Género en Disputa “…lo que hemos tomado como un rasgo “interno” de nosotrxs mismos es algo que anticipamos y producimos a través de ciertos actos corporales…un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.”

En línea con estas reflexiones entendemos que es menester refutar también el carácter invariable del sexo, tan culturalmente construido como el género, mediante prácticas que “de-genericen” lo genital y otras prácticas que de allí se desprendan, mediante una citación subversiva de las mismas. Más aún, podemos decir que esta producción de la sexuación como fenómeno pre-discursivo y “natural” debe entenderse como el resultado del aparato de construcción cultural nombrado por y desde el género, que ya definimos como ideal regulatior afecto-somático coercitivo. Asimismo, es importante destacar que la mayor parte de las categorías psicológicas actuales (el yo, el individuo, la persona) proceden de la ilusión platónica y racionalista de una identidad “sustancial”. Desde que accedemos a ese conocimiento, el sujeto, el yo, el individuo, etc., se vuelven para nosotras conceptos falaces, pues convierten las unidades ficticias en sustancias cuyo origen es exclusivamente una realidad lingüística: “Cuando en el discurso lacaniano se dice, por ejemplo, que alguien asume un “sexo” la gramática de la frase crea la expectativa de que hay alguien que al despertarse indaga y delibera sobre qué “sexo” asumirá ese día, una gramática en la cual la “asunción” se asimila pronto a la noción de una elección en alto grado reflexiva. Pero si lo que impone esa asunción es un aparto regulador de heterosexualidad y la asunción se reitera a través de la producción forzada del “sexo”, se trata pues de una asunción del sexo obligada desde el principio. Y si existe una libertad de acción esta no debe buscarse en las posibilidades que ofrecen la apropiación obligada de la ley reguladora, la materialización de esa ley, la apropiación impuesta y la identificación con tales demandas normativas”. (Butler). De este modo, sostenemos que la heterosexualidad es, por tanto, muy responsable de los cuerpos sexuados, al decir de Fausto-Sterling, dado que su potencial identificatorio está regulado por las normas sociales construidas bajo toda una red discursiva (y no tan solo) que se apoya sobre los imperativos heterosexuales.

Delinear una ética implica la puesta en juego del concepto de "autonomía". La "autonomía" no puede pensarse nunca como completa o absoluta- y por eso necesita pensarse como "proyecto de autonomía", o de construcción de un horizonte de deseo que propicie el desarrollo de esa capacidad comunalmente. Recordemos que esta autonomía es atribuida a un cuerpo1 que es siempre social y que construye esos valores siempre con otras que reconoce en tanto singulares pero jamás por fuera de ese entramado grupal. Intervenir en nombre de la transformación, entonces, significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar lo que nuestra razón y nuestros sentidos y hasta nuestras intuiciones nos dicen acerca de lo que es esa realidad. En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. Aquí nos cabe también la pregunta en relación a nuestro tema sobre los alcances de este “proyecto”: ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco, mutualidad, camaradería) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía significaría desde ésta última definición el luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, y permita redefinir así los lazos de amistad y de cariño, de mutualidad y de apoyo.

La ética del deseo libertario no considera el deseo como algo en estado puro, pre- discursivo, y previo a la asignación de género. Por el contrario, el deseo, ya sea el que se lleva adelante o el que no, es desde esta perspectiva, una construcción social a cuestionar. La ética amatoria del deseo, entonces, no sería un constructo estático, rígido, ni tampoco la creación de una ética que se limite simplemente a una reivindicación discursiva o de prácticas más inclusivas, sino que necesita construir a su vez un nuevo cuerpo sobre el cual asentarse, multitudes que consistan en individualidades que hagan praxis de esa ética y la desacralicen con inmoralidad.

No puede haber ética posible sobre las bases de una moral imperial que recorta al cuerpo como mero engranaje de una realidad social para producir y reproducirla. Cualquier praxis sexual que se pretenda como “contra-hegemónica” necesitará crear -y no simplemente recrear- (es decir, destruir) la relación entre el uso y el lugar político del cuerpo en el marco de las nuevas sexualidades y sus prácticas. “Crear” una ética amatoria anarquista cargada como un arma implica entonces admitir que su praxis no puede ni tiene por qué regirse según los cánones morales que no son construcción de quien se encuentra condenada a reproducirlos, ni que la dictadura de la biología tenga potestad para obligarnos a reducir el uso sexual de nuestro cuerpo como entidad meramente reproductiva de la especie y de un orden social dominante y concomitante.

1 “Los individuos llegan a ocupar el lugar de sujeto … y adquieren inteligibilidad solo tanto están, por así decir, previamente establecidos en el lenguaje…Ningún individuo deviene sujeto sin antes padecer sujeción o experimentar “subjetivación” (otra traducción del francés assujetissement)…Aunque se trata de un poder que es ejercido sobre el sujeto, el sometimiento es al mismo tiempo un poder asumido por el sujeto, y esa asunción constituye el instrumento de su devenir.” (Butler, Judith. Mecanismos psíquicos del poder)



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